Las ventajas de la evolución tecnológica en el campo de la iluminación son múltiples:
- Mayor durabilidad. Se multiplica el ciclo de vida de las bombillas. Las bombillas incandescentes tradicionales contaban con un ciclo de vida medio de tan solo 750 horas que aumentaron hasta las 1.000 con la llegada de las bombillas halógenas. La evolución permitió multiplicar su vida útil por diez con las bombillas fluorescentes compactas que alcanzaban las 10.000 horas de funcionamiento. Hoy en día las lámparas LED han conseguido duplicar esta cifra y alcanzan un ciclo de vida medio de 20.000 horas.
- Eficiencia. La eficiencia energética hace referencia al gasto eléctrico que hace cada bombilla en proporción a los lúmenes que genera. Este consumo eléctrico se mide en vatios (W). Para generar 1.600 lúmenes una bombilla incandescente consumía 100 W y hoy en día con las LED tan solo entre 10-15 W.
- Ahorro energético. La flexibilidad en la regulación y control, y la menor emisión de calor contribuyen además a optimizar el gasto energético de los edificios. Mantener las bombillas tradicionales supone un derroche energético y económico poco recomendable.
- Calidad de la iluminación. A diferencia de la incandescencia, la tecnología LED permite adoptar diferentes temperaturas de color conforme a cada necesidad, mejorando el confort visual de los usuarios.
- Sostenibilidad. La evolución ha permitido que las bombillas cada vez sean menos contaminantes. Por ejemplo, las LED consumen menos energía, lo cual reduce las emisiones de C02 y no contienen tungsteno ni mercurio por lo que no contaminan tanto como sus predecesoras. Además su mayor durabilidad hace que se tengan que reemplazar en muchas menos ocasiones generando por tanto menos residuos.
- Precio. Aunque se ha popularizado la idea de que las bombillas con tecnología LED son mucho más caras, desde hace poco más de una década se han reducido enormemente los costes de producción por lo que sus precios se han disminuido considerablemente contribuyendo a su proliferación.
- Normativa europea. Conforme a la Directiva de Ecodiseño, la fabricación de bombillas incandescentes está prohibida desde 2012 y la de halógenas desde 2016. La existencia por tanto de repuestos en el mercado es cada vez menor.
La evolución de la bombilla ha sido proporcional al aumento de estas ventajas, un camino en el que el trabajo de los fabricantes ha permitido mejoras sustanciales en eficiencia energética.
En ese proceso histórico se pueden diferenciar cuatro tipos de bombillas:
- Bombillas incandescentes: Las que llevan utilizándose desde la invención de las propias bombillas. Son extremadamente ineficientes ya que mucha de la energía empleada se pierde en forma de calor -hasta un 85%-. Además, cuentan con una vida útil muy baja. Están formadas por un filamento metálico que emite luz al pasar la corriente eléctrica. Desde 2009 se está produciendo su retirada paulatina del mercado.
- Bombillas halógenas: Supusieron una evolución de las anteriores. También cuentan con un filamento, en este caso de tungsteno, dentro de un gas halógeno como el yodo alojado dentro del foco. Permiten un encendido instantáneo y, aunque logran reducir el consumo siguen siendo altamente ineficientes comparadas con la tecnología LED. Además son bombillas sensibles a las bajas temperaturas; tardan bastante en dar su máxima potencia lumínica; y se deterioran rápidamente con los encendidos y apagados frecuentes.
- Bombillas fluorescentes compactas. Conocidas como «de bajo consumo», utilizan la tecnología de las lámparas fluorescentes, adaptándola al tamaño de una bombilla tradicional. Su luminosidad depende de la superficie emisora, por lo que este tipo de lámparas aumentan su superficie doblando o enrollando el tubo de diferentes maneras. Es una tecnología bastante eficiente que reparte a partes iguales el desperdicio de energía entre luz y calor. Está muy extendido su uso aunque, sin embargo, su eficiencia ya ha sido superada con creces por la tecnología LED.
- Bombillas LED: La tecnología Light Emitting Diode, es decir diodo emisor de luz, se caracteriza por la utilización de un semiconductor que emite luz al ser polarizado. Aunque surgieron hace casi medio siglo, ha sido el desarrollo del diodo de luz azul a finales de los 90 lo que ha permitido que se popularizaran al convertirse en la fuente de luz más competitiva en la actualidad. Cuentan con una bajísima emisión de calor, son muy eficientes y ofrecen una vida útil muy larga. Sin duda, son las lámparas del presente a la espera de que la investigación pueda ofrecernos nuevas soluciones todavía más eficientes y sostenibles.
Los espectaculares avances en iluminación dejarían boquiabiertos a aquellos precursores de la iluminación eléctrica como Edison, von Guericke, Hauksbee o Bowman Lindsay, aunque sin sus inventos nada de lo que hoy podemos disfrutar hubiera sido posible.